jueves, 10 de enero de 2008

Visita a la universidad

Amiga,
Ayer fui por primera vez a encontrarme con la gente del departamento de idiomas que me estaba esperando desde septiembre del año pasado. Me presentaron a todo el mundo, eché varias veces el cuento de lo que se supone que estoy investigando en mi año sabático, me invitaron a grabar alguna cosa en español para los estudiantes de traducción e interpretación y a dar alguna charla sobre mi trabajo a los postgraduados. Caminando por los intrincados pasillos del departamento no pude menos que pensar que el trabajo académico tiene sus encantos: el contacto con la gente joven, la rutina de las cosas pendientes que siempre parecen urgentes, el intercambio con los colegas que están todo el tiempo planeando algo que hacer. Y no me quedó otra que reconocer que el trabajo universitario tiene también serias desventajas: el contacto con la gente joven, la rutina de las cosas pendientes que siempre parecen urgentes, el intercambio con los colegas que están todo el tiempo planeando algo que hacer y que inevitablemente te involucra... no estoy segura de querer volver a esa relación de amor-odio con un tipo de trabajo que tiene virtudes que coinciden tan exactamente con los defectos.

La verdad es que la gente aquí es de lo más amable, nada que ver con los insufribles londinenses. No hay un solo escocés en el Departamento de idiomas, lo que no deja de ser interesante. Los colegas que conocí hablan francés, italiano, español, probablemente alemán y se comunican todos en los más variados acentos del inglés que te puedas imaginar. Debo decir que entendí a casi todo el mundo, menos a una chica irlandesa que tenía el acento más cerrado que he escuchado por aquí. Con todos los demás creo que respondí correctamente a todas las preguntas, aunque no puedo evitar sentir que la gente se impacienta cuando uno tarda más de un par de segundos buscando una palabra que se le escapa en un idioma que uno no está acostumbrado a hablar.

El resultado de la ronda departamental es que ya tengo mi carnet de visitante y puedo comenzar a usar la biblioteca, así que ya me tocará aventurarme un poco más fuera de la casa. Por ahora, he tenido suficiente del mundo de afuera. Demasiado viento, demasiado frío, demasiada lluvia. Me gustaría quedarme encerrada una semana más para recuperar fuerzas, pero el fin de semana es mi cumpleaños y ya planeamos varias salidas a diferentes sitios.
No me llevé la cámara, así que no tengo fotos que mostrarte de la universidad, pero cuando vuelva me la llevo. El campus tiene un par de cosas interesantes: un lago enorme con cisnes blanquísimos que caminan frescos por ahí; varias esculturas interesantes al aire libre, una de ellas una ninfa asomada a un pozo que da frío verla. Ya te la mostraré...

De regreso me vine sola, con detalladas instrucciones de Lyo sobre dónde bajarme y hacia dónde caminar. El camino de la universidad a la casa es una línea recta, casi todo es verde por ambos lados y punteado de motas blancas: ovejas! Tú te quejas que tienes vacas en tu vecindario, pues aquí tenemos vacas, caballos, ovejas, muchos pájaros negros y blancos (cuervos y gaviotas, hasta donde puedo entender), sin contar los perros y gatos domésticos. Estamos en el campo, pues, igual que tú.

Me bajé una parada antes, así que tuve que caminar una cuadra de más. Se dice fácil, pero en el eterno frío del polo es mucho más dramático de lo que parece. Aproveché para meterme en el abastico de la esquina a comprar algo para la cena. El abastico tiene lo necesario y es de lo más cómodo, porque literalmente está en la esquina. Lo que más me gusta comprar es yogurt. Suena tonto, pero el yogurt estilo griego que venden aquí es lo más delicioso que te puedes imaginar y lo más parecido a un postre que no produce culpa. Pero también hay buenas frutas y vegetales, pollo, carne, pescado, distintos arroces incluyendo el basmati que es el que más me gusta, buenos quesos... y panes semi crudos que metes al horno y se cocinan perfectos. En fin, quien diga que no se come bien aquí es porque no se ha metido en el abasto de la esquina.

Al llegar a la casa escuché las noticias y resulta que no soy yo la única que anda quejándose del viento y del frío. La tormenta de ayer fue realmente espantosa: hubo carros y camiones volcados por el viento, árboles y techos caídos, cantidad de gente se quedó sin electricidad y el puente que pasa sobre el río Forth fue cerrado por horas. El caos del tráfico fue impresionante.
Hoy amaneció oscuro, es la una de la tarde y sigue oscuro. Está cayendo un aguanieve desde hace más de una hora y la verdad es que no tengo intenciones de asomar la nariz para afuera. Sigo viendo la película del invierno escocés a través de mi ventana...

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