martes, 3 de junio de 2008

París de paso...



Amiga,
Ya estoy de regreso en Edimburgo, después de pasar unos días en París. La foto de arriba es de la Rue St. Antoine, vista desde el apartamento en el que nos quedamos. Como ves, es una calle ancha y bastante transitada. Al fondo se distingue la torre St. Jaques, que está a un par de cuadras de Notre Dame. Así que estábamos en el centro mismo de la ciudad. Desde ahí se puede ir caminando hasta el Museo de Arte Moderno, hasta Les Halles, hasta la misma catedral, pasando por el Hotel de Ville... en fin, a todos lados. Fuimos también a Dauphine, la universidad donde está trabajando Lyo, y a la Villa Pasteur, que es donde vamos a quedarnos cuando nos instalemos allá en Julio.



En esta foto sólo se ve la esquina de la Calle de las Ursulinas y, apenas, la puerta de entrada de la Villa Pasteur, porque el edificio está dentro de esas fachadas antiguas, pero es una construcción moderna. La verdad es que estamos bien animados con la idea de vivir ahí por unos meses. El lugar está apenas a unas cuadras La Sorbona, donde espero poder inscribirme en un curso de francés.

Mientras tanto, me adapto de nuevo al frío escocés. En París el clima estaba perfecto, veraniego y cálido. Aquí, estamos todavía por debajo de los quince grados, con mucha lluvia y nada de sol. Además, hay un silencio que asusta. Después de pasar un mes en la bulla estruendosa de la Av. Las Américas en Mérida y en el ruido 24 horas de la Rue St. Antoine, este silencio es angustioso.

Estoy comenzando a pensar que lo que me deprime de estar aquí, más que el frío o la lluvia, es el terrible aislamiento. Vivir en el medio de la nada produce una sensación de sinsentido, de carencia absoluta de motivaciones. Es como si el mundo se detuviera y nada más importara. Sólo parece real la campana de la iglesia de la esquina, que anuncia inútilmente el paso del tiempo.

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