lunes, 16 de febrero de 2009

Flaca esperanza


Amiga,

He pasado todo mi lunes de limpieza escuchando la radio venezolana mientras paso aspiradora, leyendo a saltos los titulares de la prensa mientras coleteo, tratando de procesar los resultados del referendum a punta de fregar y secar superficies. Y he estado sintiendo una mezcla de tristeza con rabia que estoy segura que comparten conmigo más de cinco millones de personas.

Es una tristeza de saber que podemos tener un país mejor, un gobierno mejor, un futuro menos oscuro, pero seguimos metidos en un callejón sin salida. Una impotencia por no tener una respuesta efectiva ante el avasallante aparataje de un gobierno autoritario que se disfraza de demócrata. Una rabia que no tiene objetivo fijo, porque nace de la constatación de una especie de error de la historia que arrastramos con nosotros desde antes de la existencia misma de Chávez y el chavismo.

Es muy difícil mirar al futuro en estas circunstancias. Pero hay algo que a mí me parece claro, a pesar de los números y del triunfalismo oficial. Hoy comienza el declive de un gobierno que en diez años no ha logrado construir ni una sola obra permanente, que no ha logrado llevar adelante un solo proyecto exitoso, más allá de la repartición indiscriminada del dinero del Estado entre sus seguidores incondicionales. Y no lo estoy diciendo yo. La arenga más resaltante del discurso de Chávez ante el triunfo del sí fue llamar a sus seguidores a esforzarse por gobernar –ahora sí- de manera eficiente.

Si en diez años de gobierno no ha sido posible lograr, no ya el avance en todos los sectores, sino la simple y llana eficiencia, no creo que sea posible para el gobierno hacerlo mejor de ahora en adelante. El desgaste de todo gobernante en el ejercicio del poder es una ley universal. Pero no creo que el argumento válido aquí sea el que ha estado usando la oposición: que si cuando a Chávez se le acabe el dinero del petróleo se va a venir abajo; que si cuando tenga que tomar las medidas económicas más duras va a perder el favor de los que lo apoyan...

Creo que el argumento más contundente hoy es que la oposición obtuvo esta vez cinco millones de votos. Lo que marca un sostenido crecimiento que ninguna propaganda oficial puede negar. Eso permite pensar que si los líderes de la oposición son dignos de esa confianza que la gente ha depositado en ellos, tal vez sea posible seguir ganando terreno. Lo que está claro es que la oposición no puede sentarse a esperar que Chávez se desgaste por sí sólo o que los líderes del chavismo se destruyan entre sí en rencillas internas.

La única esperanza real es que la oposición crezca, de manera seria, responsable, no demagógica, con un plan claro y seguro para el porvenir. Con un proyecto incluyente, realmente preocupado por los problemas de las mayorías, con soluciones en lugar de eternas quejas. Creo que una parte de los líderes de oposición –los más jóvenes- han entendido esto y se preparan para ofrecerle al país esas soluciones. Pero no pongo mis manos en el fuego por las viejas camarillas de líderes pseudo-democráticos que siguen pretendiendo dirigir los destinos de la oposición.

Y no puedo quitarme de encima la tristeza, aunque siga buscando razones para el optimismo. Hay demasiada gente querida involucrada en esta tragedia y la distancia física no aminora la desesperanza.

Ojalá...

Escribo ojalá y no sé qué debe venir después. Ojalá que los que tememos lo peor estemos equivocados. Eso es lo único a lo que alcanzo a desear en medio del desasosiego.

Te acompaño en la angustia,
r

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