domingo, 28 de noviembre de 2010

¡Nevados!


Amiga,

Desde el viernes estamos bajo nieve en el reino. Y como siempre que se acumulan tres o cuatro centímetros de nieve, todo es un caos. Los noticieros pasan horas mostrando imágenes de gente varada en las carreteras y los pronósticos del tiempo por venir están todos llenos de “warnings”, signos de admiración y anuncios de la catástrofe que está por venir. Sin embargo, aquí en el pueblito en el que vivo la gente se toma la nevada con mucha más gracia y cierta dignidad.

Los niñitos sacan a relucir todos los peroles que sirven para deslizarse en la nieve y desde el viernes no han parado de lanzarse por una mínima pendiente que hay en el parque que está atrás de la casa. Uno de nuestros vecinos, un señor retirado, alto y fuerte como un soldado antiguo, parece esperar el instante mismo en que deja de nevar para salir con su pala a quitar la nieve de la acera que bordea la plaza de enfrente. Hoy reclutó a dos niñas, que supongo que son sus nietas, y estrenaron una pala nueva, roja y reluciente, que en un santiamén dejó libre el paso para los potenciales peatones del vecindario.

Ayer fuimos a caminar al parque y aunque había caído ya algo de nieve —no tanto como hoy— la gente estaba como siempre paseando sus perros, caminando a la orilla del río y disfrutando del paisaje. Los árboles se veían hermosos, totalmente blancos, y había una luz entre dorada y azul que parecía de cuento de hadas. Lamenté no haberme llevado la cámara para registrar el acontecimiento. Cuando regresamos a la casa nuestro termómetro había bajado de cero y un par de horas después estábamos a menos cinco.

Habíamos planeado ir hoy al cine, pero Lyo me mandó un mensajito desde la ciudad para decirme que mejor no me moviera de la casa, porque Edimburgo es un caos total. Sé que en la tierruca todo el mundo está en alerta por las lluvias y ha habido muertos y cantidad de gente ha perdido su casa, ¡incluyéndote! Por eso no tengo derecho a quejarme de estar simplemente encerrada, a salvo en casita y con la calefacción prendida. Pero no es que no me den ganas de quejarme, es sólo que me da más bien pena. Así que me trago la queja y lo dejo hasta aquí…

Te mando un abrazo helado!

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