sábado, 19 de febrero de 2011

León el Africano

Amiga,

Esta mañana, mientras desayunaba, contemplando el cielo blanco que crecía afuera y considerando la inclemencia del termómetro que apenas llegaba a los cinco grados, tocó la puerta el cartero. Me trajo un paquete de libros que me envió desde Barcelona mi amiga María Teresa. Un soplo de brisita cálida, un rayito de sol.

Entre los libros está uno de Amin Maalouf. Una novela que se llama León el Africano. No puedo resistir el impulso de copiarte las primeras líneas. La novela de Maalouf empieza así:

A mí, Hasan, hijo de Mohamed el alamín, a mí, Juan León de Médicis, circuncidado por la mano de un barbero y bautizado por la mano de un papa, me llaman hoy el Africano, pero ni de África ni de Europa ni de Arabia soy. Me llaman también el Granadino, el Fesí, el Zayyati, pero no procedo de ningún país, de ninguna ciudad, de ninguna tribu. Soy hijo del camino, caravana es mi patria y mi vida la más inesperada travesía.

Mis muñecas han sabido a veces de las caricias de la seda y a veces de las injurias de la lana, del oro de los príncipes y de las cadenas de los esclavos. Mis dedos han levantado mil velos, mis labios han sonrojado a mil vírgenes, mis ojos han visto agonizar ciudades y caer imperios.

Por boca mía oirás el árabe, el turco, el castellano, el beréber, el hebreo, el latín y el italiano vulgar, pues todas las lenguas, todas las plegarias me pertenecen. Mas yo no pertenezco a ninguna. No soy sino de Dios y de la tierra, y a ellos retornaré un día no lejano.

Y tú permanecerás después de mí, hijo mío. Y guardarás mi recuerdo. Y leerás mis libros. Y entonces volverás a ver esta escena: tu padre, ataviado a la napolitana, en esta galera que lo devuelve a la costa africana, garrapateando como mercader que hace balance al final de un largo periplo.

¿Pero no es esto, en cierto modo, lo que estoy haciendo: qué he ganado, qué he perdido, qué he de decirle al supremo Acreedor? Me ha prestado cuarenta años que he ido dispersando a merced de los viajes: mi sabiduría ha vivido en Roma, mi pasión en El Cairo, mi angustia en Fez, y en Granada vive aún mi inocencia.


Hasta aquí el inicio de León el Africano, de Amin Maalouf.

Hoy me voy a embarcar en ese viaje. Tal vez leyendo me sienta menos sola, mientras navego entre culturas e idiomas, con ese León sin patria y sin raíces.

Te mando un abrazo africano!

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